Cuando una persona se manifiesta espontáneamente de forma musical nos está dando mucha información sobre su ser y también sobre su estado, sus capacidades, su forma de interactuar con el mundo y con las personas, etc. El niño musical es un concepto que responde a esa parte interna que está presente en cada uno de nosotros y que es capaz de entender la música y responder a ella a pesar de nuestras características y facultades.
La práctica se realiza a través de un terapeuta que ha de conocer bien el lenguaje y recursos musicales utilizables, y un asistente que colabora y ayuda cuando o donde el terapeuta no alcanza. Cuando un usuario comienza a disfrutar de la musicoterapia creativa, se expone a una primera fase exploratoria, donde se establecen los primeros patrones y vínculos entre el terapeuta y el usuario mediante la improvisación; posteriormente se da un proceso de conocimiento en el que el terapeuta observa y determina las habilidades comunicativas existentes; a partir de aquí se sucede la segunda fase en que la música se personaliza, y se logran objetivos de forma progresiva, gracias a la repetición; en la tercera fase el terapeuta se centra en mejorar la comunicación, trabajando desde la conciencia y la autoestima del usuario.

Durante la elaboración de la metodología Paul Nordoff junto con Clive Robbins, pronunciaron una hipótesis que reflejaba que cada niño responde musicalmente de una forma distinta; asimismo ambos elaboraron una lista detallando cada una de las posibles “actitudes musicales” que podían sucederse: según Nordoff y Robbins, cualquier reacción musical que apareciera en una sesión correspondía o se podía ubicar en cualquier elemento de la siguiente lista.